Thursday, February 10, 2011

41º, el Bulli urbano de los Adrià

No se equivocaba el New York Times cuando hablaba, hace pocas semanas, del "nuevo orden gastronómico mundial" que se encendía en el Paralelo barcelonés, en el 41º, la primera entrega del nuevo estallido gastronómico urbano propulsado por Albert y Ferran Adrià, en sociedad con Juan Carlos y Borja Iglesias (Rías de Galicia).

A la espera del inminente Tickets (el espacio anexo), el 41º, una hibridación explosiva de coctelería, snacks y lujos posibles, vuelve a marcar efectivamente el camino hacia un futuro sólo posible desde la revolución de El Bulli. Si Albert demolió los pesados anacronismos de la tapa tradicional con su anterior Inopia, ahora, junto a su hermano, empieza a engullir horizontes donde el concepto de tapa se dispara hacia infinitos de asombros y sutilezas.

Inclasificable
El 41º no es clasificable. Al menos, desde lo conocido hasta ahora. La adición de cócteles clásicos -alguno con un guiño a las texturas de vanguardia- y snacks, tanto históricos como más actuales de El Bulli, representa un viaje a zonas sensoriales provocativas y excitantes.

La carta de ostras, todo un manifiesto al color y la emoción, propone experiencias con ponzu de yuzu y huevas de salmón, jugo de lichis y puré de rábano picante, vinagre de Jerez, chalota y caviar de aceite de oliva virgen, clorofila de menta y explosivo fingerlime? O en tartare con caviar Osetra. Luego están los impactos insoslayables: olivas rellenas sferificadas, pescaíto frito, cortezas 'que viva México', mini mozzarellas con albahaca, el famoso corte de parmesano, la crêpe Pekín? ¿Y un cebiche de berberechos? ¿Marshmallows de lima y coco?

Nuevos mundos de sensaciones que nos llevan, a partir del estricto cóctel y la enfurecida vanguardia, a una nueva forma de vivir y sentir la gastronomía.

El Economista

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